Isaías 5:12-24
Recordemos algunos conceptos que expresamos en nuestro programa anterior. El tema de este capítulo 5 es la canción de la viña; y los seis lamentos que la siguen. Este capítulo finaliza la sección que comenzó en el capítulo 2. Los primeros 7 versículos constituyen la canción de la viña, que nos habla de los pecados de la nación de Israel y del cautiverio que se aproximaba, y a partir del versículo 8 se nos presentan los seis lamentos o los seis pecados específicos que traerán el juicio de Dios sobre la nación. Se especifica el castigo para cada uno de los pecados. Vamos pues a repasar lo que dijimos en nuestra introducción a
La canción de la viña
Aquellos que han leído la canción de la viña en hebreo nos dicen que es, sin duda alguna, una de las canciones más maravillosas que jamás se han escrito. No hay otra obra similar que pueda rivalizar con ella. Es una sinfonía musical, y es absolutamente imposible reproducirla en otro idioma. Es en realidad una verdadera canción y comparable con cualquiera de los salmos.
La viña representa a la casa de Israel (v. 7). Así, la viña se convierte en una de las dos figuras de la Biblia que han sido tomadas del mundo de la botánica para representar a toda la nación de Israel. La otra figura utilizada en las Sagradas Escrituras es la higuera.
Antes de Su muerte el Señor pronunció la parábola de la viña, que obviamente se refería a toda la casa de Israel (como podemos ver en Mateo 21:33-46). En Isaías, el profeta anunció el cautiverio inminente del reino del norte bajo el dominio de Asiria y del cautiverio del reino del sur bajo el dominio de Babilonia. En Mateo, el Señor Jesucristo mostró que Dios había dado a Israel una segunda oportunidad, con el regreso a Jerusalén de los cautivos que habían estado por 70 años en Babilonia. Pero el rechazo del Hijo de Dios daría paso a una dispersión más extensa y grave.
A continuación llegamos a la sección de este capítulo que habla de:
Los seis lamentos
Una vez más Dios iba a explicarse con todo detalle. Se mencionan aquí seis lamentos, y cada uno de ellos nos habla de cierto pecado por el cual Dios estaba juzgando a Israel. Si usted quiere aplicar estas palabras a su vida, puede hacerlo. Pero la interpretación es para Israel; para ellos ya se ha cumplido. Sin embargo, podemos aplicar esas palabras a nuestras propias vidas.
El primer lamento, expresado en el versículo 8, se refería al primer pecado del pueblo de Israel. Nos referimos a la codicia, que es una forma de idolatría. Aquel pueblo se dedicaba mayormente a la agricultura. Algunos establecían grandes corporaciones de agricultores, con grandes graneros y extensiones de tierras. Y no hacían esto por el bien general del pueblo, sino impulsados por su codicia insaciable, por un ansia de tener cada vez más y mayores posesiones. Y los perjudicados eran los pequeños agricultores, que poco a poco iban siendo desplazados de esta actividad que constituía su medio de vida. Dios iba a juzgar al pueblo por consentir aquella injusticia. Porque ellos, en vez de seguir las instrucciones de Dios, estaban extrayendo del suelo todas las riquezas que podían. Dijimos que lo mismo sucede hoy, porque la codicia humana no ha cambiado y se manifiesta en muchas partes del mundo, donde el ansia de riqueza de algunos está agotando muchas de las fuentes de recursos. Esto puede verse no sólo en la eliminación de superficies cultivables, sino también en otras áreas del comercio como, por ejemplo, la pesca. Dios ha provisto abundantes recursos para la supervivencia de los pueblos, pero el ser humano está agotando esas provisiones. Por lo tanto, la escasez, con todas sus consecuencias, es un juicio de Dios.
El segundo lamento lo encontramos en los versículos 11 y 12, de este capítulo 5 de Isaías, donde leemos:
"¡Ay de los que se levantan de mañana para correr tras el licor, y así siguen hasta la noche, hasta que el vino los enciende! En sus banquetes hay liras, arpas, panderos, flautas y vino, pero no miran la obra del Señor, ni consideran la obra de sus manos."
Éste fue el segundo lamento y el segundo pecado. Aquí se mencionan a la embriaguez y al placer como pecados, y ellos conducen a un embotamiento de toda percepción espiritual.
El crecimiento del alcoholismo, que afecta a personas cada vez más jóvenes es una de las mayores causas de accidentes, y de gran parte de enfermedades físicas y trastornos mentales. Ya en la época de nuestro relato causó estragos y fue rebajando el nivel moral de la nación, hasta destruir, como un cáncer, sus partes vitales. Este aumento de la falta de control de las personas sobre fuerzas o elementos químicos que ellas saben que las están destruyendo, es una noticia de actualidad que debería llamarnos a muchas personas a una reflexión seria con respecto a Dios, que es el único que tiene poder para liberarlas de esa destructiva esclavitud.
Con respecto a nuestras observaciones anteriores sobre el alcoholismo, y otras previas sobre las drogas, citamos las declaraciones del director de una comunidad terapéutica para drogadictos, cuando le formularon la siguiente pregunta: "¿Pueden hacer algo los padres para evitar que los hijos lleguen a utilizar drogas?" Este hombre, cuyas respuestas indican que probablemente no era un cristiano, dijo que la actitud del hogar de no utilizar estimulantes, tipos de drogas o alcohol como medio de resolver o atenuar los problemas de la vida, es de la máxima importancia. Continuó aclarando que no quería decir que tomar una bebida en una ocasión social fuera censurable, pero que una vieja regla nos recuerda que los jóvenes imitan a los mayores y eso es algo de suma importancia en este período de la vida. Los jóvenes que crecen en una atmósfera donde se abusa de las drogas ante las tensiones y crisis de la vida, serán los primeros en probarlas cuando se enfrenten con sus propios problemas. El autor de estas declaraciones consideraba que muchos jóvenes comenzaban por el alcohol, que en principio no tenía un rechazo social tan directo, pero que después, al acostumbrarse a los efectos del mismo y necesitar sensaciones más fuertes, recurrían a las drogas. Hemos citado este ejemplo y opiniones, porque el abuso del alcohol fue uno de los factores que precipitaron la caída de Israel.
Ahora, Dios tiernamente dijo lo que iba a suceder, aquí en el versículo 13, escuche usted:
"Por tanto, mi pueblo es llevado cautivo, porque no tiene conocimiento, sus nobles se mueren de hambre y la multitud está seca de sed."
Debido al estilo de vida del reino de Judá, ellos experimentarían varias consecuencias, la peor de ellas sería el exilio. En esa experiencia estaban incluidas la muerte por hambre y sed. Morirían muchos de ellos, tanto de los nobles como del pueblo común, porque la muerte no respetaría el rango ni la categoría social.
Continuemos leyendo el versículo 14 de este quinto capítulo de Isaías.
"Por eso ensanchó su interior el Seol y sin medida extendió su boca; y allá descenderá la gloria de ellos y su multitud, su fausto y el que en él se regocijaba."
La palabra hebrea seol realmente significa "el sepulcro reclama". Encontraremos esta misma palabra en Proverbios 30:16, que dice: "el seol, la matriz estéril, la tierra, que no se sacia de agua, y el fuego, que jamás dice: Basta". La muerte, o el sepulcro (ambas traducciones son correctas) nunca están satisfechas. Ésta es la pregunta que uno se formula al estar ante la tumba de alguien: "¿Dónde está?" Job también se hizo esa misma pregunta en 14:10, "En cambio el hombre muere y desaparece. Perece el hombre, ¿y dónde estará?" Ésta es la pregunta que todos van a tener que hacer.
La palabra Seol al principio no tuvo la idea de una localidad, pero con el tiempo se pensó que ya que Dios estaba en el cielo o arriba, el infierno o la tumba debían estar abajo. En el Antiguo Testamento se encuentra la palabra Seol y en el Nuevo Testamento la palabra utilizada es Hades. El Señor Jesús usó esta palabra cuando dijo en Mateo 11:23, "Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida;" El Señor no estaba hablando de un descenso literal a las entrañas de la tierra. Simplemente quiso decir que Capernaúm iba a ser abatida, y todo lo que tenemos que hacer es visitar hoy las ruinas de ese lugar para comprobar que lo que Jesús dijo se cumplió. Siempre atribuimos fuertes connotaciones morales a los términos que indican dirección, arriba y abajo: hacia arriba se asocia con Dios y hacia abajo, con el infierno. En este pasaje de Isaías que estamos estudiando, el profeta estaba diciendo que la nación de Israel sería abatida. Serían llevados al cautiverio, serían abatidos, derribados hasta la tumba, y la gloria de la nación se convertiría en polvo debido a su entrega a la embriaguez y a los placeres.
El poeta norteamericano Rudyar Kipling, además de poeta, también fue un profeta cuando escribió lo siguiente: "He aquí, nuestra pompa del ayer, es igual a las ciudades de Nínive y Tiro". Hasta aquí la cita, que se refiere a ciudades que con el tiempo dejarían de existir.
Y llegamos ahora en nuestro estudio de Isaías capítulo 5, al tercer lamento mencionado en el versículo 18, donde dice:
"¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de falsedad y el pecado como con coyundas de carreta!"
Uno podría traducir de la siguiente manera: "¡Ay de aquellos cuya maldad es ayudada por palabras de mentira, y quienes en su orgullo e incredulidad desafían la ira de Dios!" Y este tercer ¡ay! que encontramos aquí es el tercer pecado. Éste es el cuadro de una nación entregándose a sí misma, abandonándose al pecado sin ningún rastro de vergüenza o conciencia. Y leemos aquí en el versículo 19:
"Los cuales dicen: ¡Venga ya, apresúrese su obra y veamos! ¡Acérquese y venga el propósito del Santo de Israel, para que lo sepamos!"
En otras palabras, ellos estaban desafiando a Dios para que hiciera algo en cuanto a su pecado. Es interesante observar que aquí no se menciona ningún castigo. Y quizá alguien puede preguntar: ¿Por qué? Bueno, amigo oyente, el mismo silencio que se guarda aquí causa temor; el castigo es demasiado terrible como para mencionarlo. Y la historia de la deportación de la nación de Israel a Babilonia nos dice algo de este terrible juicio de Dios sobre un pueblo que había pecado con impunidad contra Él, y que le había desafiado. Dios los juzgaría.
Recordemos que en el Salmo 137, ellos estaban orando a Dios contra Babilonia. Clamaron pidiendo una retribución de ojo por ojo y diente por diente. Dijeron en el versículo 9 de ese Salmo: "¡Dichoso el que tome tus niños y los estrelle contra la peña!" Aquello fue tan horrible que no había palabras para describirlo, pero fue el juicio que cayó sobre Israel. Estimado oyente, Dios es un Dios de amor, pero cuando llega al punto de desafiarle y darle la espalda, entonces no queda esperanza para usted. El juicio llega, y hay demasiados ejemplos en la historia, como para negar esta realidad, a menos que usted quiera cerrar sus ojos ante la verdad histórica. Continuando ahora nuestra lectura en Isaías, capítulo 5, vemos que hay tres ayes que se suceden rápidamente. En el versículo 20, de este capítulo 5, leemos:
"¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!"
Éste es el cuarto pecado, al cual se dirige el cuarto lamento. Fue un intento de destruir las normas de Dios de lo que es bueno y justo, y lo que es malo e injusto, sustituyéndolos por los valores humanos que contradicen las normas o el nivel moral de Dios. Aquí se está procurando destruir las normas de Dios en cuanto a lo bueno y lo malo, sustituyendo los valores humanos que contradicen las normas morales de Dios. Ésta es la confusión que se produce en una nación cuando sus miembros abandonan a Dios después de que Él les ha bendecido en el pasado por haberle reconocido en un primer momento.
Nosotros vivimos en una sociedad que tiene esta confusión en cuanto a normas del matrimonio. La sociedad secular admite que un hombre y una mujer vivan juntos sin estar casados, y las leyes los reconocen como pareja de hecho. Dios ha manifestado en Su Palabra que esa situación se reconoce como una relación de adulterio. Aquí vemos, pues, el contraste entre el nivel de las normas divinas, y el nivel de las normas humanas de la sociedad humana que ha acomodado sus criterios morales a situaciones que esa sociedad no puede controlar ni evitar.
Continuemos leyendo el versículo 21 de este quinto capítulo de Isaías:
"¡Ay de los que son sabios ante sus propios ojos, de los que son prudentes delante de sí mismos!"
Éste es el quinto lamento, que se refiere al pecado del orgullo. Dios detesta este pecado por encima de todo lo demás. En Proverbios 6:16-17 el escritor coloca a los ojos que se enaltecen por el orgullo, como el primero de una lista de pecados que Dios detesta. Luego vemos en los versículos 22 y 23 lo siguiente:
"¡Ay de los que son valientes para beber vino y hombres fuertes para mezclar bebidas; los que por soborno declaran justo al culpable, y al justo le quitan su derecho!"
Éste es el sexto y último lamento. Aquí tenemos a un pueblo que estaba tan dominado por la embriaguez que había perdido su sentido de la justicia. En esta gente prevalecían la injusticia y la falta de honradez, y el hombre justo era acusado falsamente. Ninguna nación que rebaja tanto su nivel moral hasta perder su sentido de los valores, puede sobrevivir por mucho tiempo.
La nuestra es una época en la cual las personas están calificando como malo e injusto lo que está bien y es justo, y lo que es bueno y justo, lo consideran malo e injusto. En una representación teatral, el personaje principal decía en cierto momento de la obra: "Lo malo es malo desde el momento en que ocurre hasta el juicio final. Y todos los ángeles del cielo, aunque trabajen horas extras, no pueden hacerlo diferente, ni siquiera por el espesor de un cabello". Estimado oyente, lo malo permanece malo. Ahora, en el versículo 24, leemos:
"Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo y la llama devora la paja, así será su raíz como podredumbre y su flor se desvanecerá como polvo, porque desecharon la ley del Señor de los ejércitos y abominaron la palabra del Santo de Israel."
Veamos la frase, como la lengua de fuego consume el rastrojo. Aunque el proceso de deterioro y corrupción es lento y puede pasar desapercibido, el castigo llega como un fuego en el rastrojo. Es rápido, avanza enfurecido y no puede ser detenido. Es el enojo del Señor que brota en juicio, que impulsa su terrible juicio en los últimos días.
En Mateo 12:20 el Señor Jesucristo dijo: "No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que lleve a la victoria la justicia". El Señor estaba citando de Isaías 42:3. Hay ciertos pecados que traen consigo su propio castigo; la embriaguez es uno de ellos, y el abuso de las drogas es otro. Y podríamos mencionar muchas personas que hemos visto esclavizadas por esos pecados, y que el pecado opera en sus propias vidas, en sus propios cuerpos hasta que los destruye, afectando también a las vidas de sus familiares. En esos casos Dios ni siquiera ha tenido que intervenir para nada. La mecha humeante comenzará a arder, y la caña cascada se quebrará. El mismo pecado que nosotros cometemos es el pecado que nos destruirá. Por ejemplo en casos de drogadicción, a no ser que éste se entregue a Cristo para que lo libere, el adicto continúa esclavizado hasta su propia muerte, Dios no tiene que intervenir para juzgarle a lo largo de ese proceso de autodestrucción. Él simplemente deja que el pecado siga su curso normal. Y lo mismo sucede con la adicción progresiva al alcohol, que acarrea el juicio de la persona esclavizada por ese vicio. El apóstol Pablo, en Romanos 8:12 y 13 dijo que si vivimos conforme a nuestra naturaleza pecaminosa, moriremos, Dios requiere un rompimiento completo para interrumpir la dependencia de esos vicios. Y si una persona está dispuesta a recurrir a Dios, entregando su vida a Cristo por le fe, y después, ya como hijo suyo, le expresa su deseo de liberarse de esas esclavitudes, poniendo de su parte la buena disposición y el compromiso de hacerlo, Dios con su poder actuará y suplirá lo que la debilidad humana no puede lograr.