Sí, todo muy lindo, navidad, navidad, hoy es navidad, es un día de alegría y felicidad… ¡pues no! 


Vamos, seamos honestos. La verdad es que la navidad no solo es una época llena de amor, bondad y compartir, también está repleta de noticias difíciles de manejar, nostalgias, ausencias, apuros, estrés y mucho más. 


Pareciera que antes de la celebración hay muchos desórdenes. Demasiadas cosas están fuera de lugar, todos están preocupados por algo y hay demasiada tensión, todos sienten que no van a llegar sanos y salvos a la tan esperada reunión.


Te cuento que así fue desde el principio. Al leer los evangelios, descubrimos que la historia de navidad está llena de complicaciones y particularidades, de retos y desafíos, de angustias y aprietos. Estoy seguro de que, si tú o yo fuésemos Dios, jamás habríamos escrito las cosas de esa manera. No creo que la historia de José, María, el niño, los reyes, los pastores, la mula y el buey, fuera tan linda como hemos visto en la televisión. 


Si pudiéramos elegir, jamás elegiríamos para nuestros hijos un nacimiento rodeado de problemas, posibles separaciones y problemas familiares, largos y extenuantes viajes, huidas, miedos, persecuciones, amenazas, un rey loco con un ejército a su servicio, y como escenario final, un establo, que, sin intención de menospreciarlo, estoy casi seguro que tenía problemas de higiene y por lo tanto un desagradable aroma. Ya sabes lo que sucede donde hay animales.


Así mismo sucede en etapas de nuestras vidas, algunas de las circunstancias con las que nos toca lidiar, tampoco son exactamente las que elegiríamos para escribir nuestra propia historia, pero hasta en eso, pensó Dios. Decidió hacerse hombre y desde el inicio vivió y experimentó nuestros padecimientos. 


¿Qué tal si pensamos en la navidad, y vemos como aquellos hechos que parecían un sin sentido y además hacían que fuera improbable que Jesús naciera, se convirtieron en una bella armonía de asuntos que cumplirían las más antiguas profecías y le darían paso al milagro más importante de la historia de la humanidad?


 


Todo tuvo un porqué, todo tenía una razón de ser y por más improbable que todo parecía, Dios estaba detrás, y cuando es así, nada ni nadie puede detener lo que va a suceder. 


Hoy los apuros navideños normalmente son por los regalos y la cena, antes, en la primera navidad el apuro era por la vida eterna y el pan de vida. Las lágrimas son por no estar con los seres queridos, por las ausencias en la mesa y en algunos casos, por las carencias del alma. En aquella ocasión, las preocupaciones eran por la persecución, por la tensión de lo que estaba a punto de suceder y por el peso de la responsabilidad de llevar a cuestas a un pequeño bebé que resultaba ser el mismísimo hijo de Dios y salvador de la humanidad. 


Aunque fuera totalmente improbable, aquella noche el cielo cantó victoria, el Padre así lo decidió. Ese día seria el día, desde ahí y en adelante todo cambiaria, los ángeles gritaron ¡Es navidad! El niño nació y la humanidad empezó a cambiar. 


¡Que algo parezca improbable no quiere decir que sea imposible!

La esperanza ha estado rota desde hace mucho, desde el principio ha sido así. La oscuridad pareciera extenderse sin cesar. Solo escuchamos malas noticias una y otra vez, hay problemas por doquier, el mundo pareciera hundirse en un interminable aluvión de decepciones. 


Al mirar alrededor es fácil encontrar un desborde de quebrantamiento. Sin embargo, tu corazón no debe abrumarse en eso, debes saber que hay más, que no todo se perdió. Debes recordar que alguna vez sucedió algo que quito del camino el dolor de esta vida temporal y le dio paso a la verdadera esperanza. 


Y no, no se trata de que te conviertas en alguien ridículamente optimista y si, posiblemente pareciera que falta mucho para que todo ande bien o que sin importar cuanto esfuerzo hagamos, nunca lo lograremos del todo, pero sinceramente, eso no debe robarte la tranquilidad. La navidad nos enseñó que la oscuridad es vencida por la luz y que el desastre de la vida presente, puesto en manos de Dios, te pone en camino a una eternidad de paz. 


Ciertamente no todo es malo en esta vida, hay mucho por lo cual agradecer, vivimos muchos gratos y buenos momentos. Sin embargo, de igual manera, siempre nos encontramos con el dolor cara a cara en algún momento. 


Cuando sucedió la navidad, el mundo era igual al que tenemos hoy y será igual al del futuro hasta que Dios lo decida. Había opresión, enfermedad, oscuridad, y la respuesta que Dios le dio al asunto, es la misma que hoy nos da. La respuesta de Dios a los problemas temporales de la humanidad, es la posibilidad de unirse con Él en la eternidad y mientras que eso sucede, Él nos consuela en nuestros dolores y nos acompaña en la debilidad. 


Vivimos en un mundo convulsionado y roto, pero no en un mundo sin esperanza. 


Cuando era improbable que algún día tuviéramos un final real y definitivamente feliz, Dios decidió que nos daría una oportunidad. Cuando era improbable que alguna vez pudiéramos disfrutar nuevamente de perfecta y permanente paz, Él nos dio esa posibilidad. Cuando nuestra relación más importante estaba hecha pedazos, el decidió restaurarla.


El Señor vino a romper las cadenas de los oprimidos, a traer el pan y agua de vida a los necesitados, a enriquecer a los pobres de espíritu, a abrir la puerta de la eternidad, a ser luz inextinguible en medio de una profunda oscuridad. 


Todos los problemas de tu vida son temporales cuando unes tu corazón al Señor, porque El nació, tu puedes tener paz. Para la aflicción temporal de nuestros corazones adoloridos hay una cura permanente que tiene sabor de eternidad. La salida para la tribulación de nuestras a veces complicadas vidas difíciles está al alcance, se llama Cristo y Él es paz, El trajo paz, una inmensa e incomparable paz, así lo hizo en aquella navidad. 


Ese nuevo nacimiento trajo una nueva oportunidad. Emanuel Dios con nosotros y si El con nosotros ¿Quién contra nosotros?

Una mujer recién dada a luz, un hombre desconcertado, un bebé envuelto en pañales y probablemente un burro, contra un rey sediento de sangre y un ejército sin escrúpulos, dispuestos a hacer lo que sea, incluso, degollar niños recién nacidos, no es precisamente un escenario cuyo final pueda ser muy difícil de predecir. 


Herodes y sus asesinos ganan, José, María, el bebé y el burro, si es que lo había, pierden…. O al menos así debió suceder. 


¿Qué probabilidad crees que había de que ellos lograran huir y no solo eso, sino que sobrevivieran a dicha huida?


La verdad, humanamente, ninguna. La historia registra que miles de niños murieron en lo que hoy conocemos como la matanza de los inocentes. 


El demente Herodes estaba enfurecido y lleno de celos, por lo tanto, mando a asesinar a todos los niños de la región. ¡Qué episodio tan horrendo, tan atroz, tan repugnante! Qué hombres tan perversos. Que actos tan despreciables. Cuanta maldad, egoísmo y sadismo albergado en una sola orden. Sin duda, un momento oscuro para la humanidad. No obstante, no todo terminó ahí, a pesar de la desolación que seguramente embargó aquellas ciudades durante un tiempo, del vacío por la falta del llanto de los lactantes y la ausencia de las risitas traviesas y pasitos correteando por aquellos caminos polvorientos, no todo se perdió, hubo una luz, que, contra toda probabilidad, no se extinguió. Aquel duelo daría pasó a la posibilidad de celebrar en la eternidad.


El bebé recién nacido, venció al decrepito y demente rey asesino. 


Cuenta la tradición que su huida fue en un burro, un animal de carga, el rey contaba con caballos pura sangre. Ya sabemos que no lograron alcanzarlo, así que me gusta pensar que el burrito dejó en vergüenza a estos despiadados asesinos. Ellos eran tres, los enemigos probablemente miles, pero no lograron encontrarlos. 


El asunto es este: La navidad es uno de tantos innumerables episodios donde Dios vence, El siempre vence y siempre lo hará, no hay otro igual, ningún dios se le puede equiparar, ningún hombre lo puede detener y ningún ejército lo puede matar. Y no se engañen, aunque parezca un simple e indefenso bebé envuelto en pañales, ellos no debían confundirse, Él era Dios encarnado, el Amo y Señor de la humanidad, El Rey soberano del universo que reina por la eternidad que había hecho su entrada triunfal entre nosotros.


Aunque era improbable ¡Cristo venció y siempre vencerá! 


¡Qué algo parezca improbable no quiere decir que sea imposible!


¿Para qué nos sirve a saber esto?


Simple, para que recordar que para Dios no hay tal cosa como una improbabilidad, que Él hace como quiere, que Él no obra según la manera como nosotros obramos, que Él no mira tamaños, fuerzas o posibilidades. Él solo se necesita al Él mismo para vencer y que junto a Él, todo lo otro está demás. 

Los más pequeños esperan un gran regalo mientras que muchos de los más grandes sufren por no poder dárselos, y dicho sufrimiento les lleva a trabajar tan duro para alcanzar dicho regalo que, en esos esfuerzos, suelen olvidar lo más importante. 


Navidad, que es la temporada para más amarse, pareciera, más bien, temporada la de más gritarse. En general para la gran mayoría, la navidad pareciera no terminar bien, aunque logran satisfacer temporalmente sus apetitos, igual en ellos queda un vacío. 


La mayoría está por ahí en una carrera que no tiene fin, abarrotados en problemas, deudas y preocupaciones, dinero va y dinero viene, los afanes se derrochan y el maltrato se desborda y después de todo ¿Qué queda? En muchos casos, la celebración de un nacimiento, sin el nacido.  


Navidad sin Cristo no es navidad. 


Mientras tanto, en la Navidad, en aquella navidad, nos encontramos a unos humildes pastores contemplando la noche, tranquilos, cuidando sus rebaños, sin mayores posesiones, quizás alrededor de una fogata, cansados de la jornada, vigilaban apacibles y mientras tanto, ignorantes ellos de lo que sucedía, la historia de la humanidad cambiaba, una vez y para siempre. 


Ahí estaban ellos, libres de afanes, desconocidos de los protagonistas, seguro desconocidos de los conocidos del momento, pero conocidos en el cielo. Fueron invitados de honor a la celebración de la primera Navidad. Un momento único en la eternidad, nunca más se repetiría aquella ocasión y fíjate, no estuvieron apurados por comprar mejores trajes, ni tampoco por cual comida prepararían, ninguno fue a un salón de belleza a mejorar su aspecto, tampoco se endeudaron para comprar regalos, y no es que haya algo de malo con todo lo anterior, el problema se presenta cuando ponemos de lado al recién nacido y nos obsesionamos con la fiesta y por dicha obsesión, tampoco disfrutamos la celebración. 


Los únicos apuros tuvieron ellos fue por llegar rápido a ver al recién nacido Rey.


Te aseguro que, humanamente, era totalmente improbable que los invitados de honor al nacimiento del Rey fueran unos humildes pastores y mucho menos que dicha invitación fuera hecha por un coro de ángeles, imagínalo ¡nadie podría haber cantado mejor! Vaya manera de decirte que te esperan para que conozcas a un bebe ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz!  


Desde esa fecha hasta hoy y para siempre, todos somos invitados a contemplar y adorar al Rey que nació. Dios nos muestra de que se trata el verdadero encuentro de navidad, de adorar y darle la bienvenida al gran salvador y también que los invitados improbables, son invitados especiales. 


Yo soy un invitado improbable, quizás tú también lo eres, pero recuerda, que sea


humanamente improbable no quiere decir que sea imposible. 


Esa noche, Santa la noche, en la que Dios lo hizo posible, todas las improbabilidades se terminaron. 

Navidad es la gran oportunidad de soltar los miedos, de ser verdaderamente libres, es salvación, es seguridad. Navidad no es una fecha, Navidad es alguien. Navidad es Cristo y Él es nuestro guía, nuestro camino y nuestro refugio, pero sobre todo nuestro gran Salvador.


Navidad es la oportunidad de poder confiar en quien nunca fallará. Navidad es la gracia eterna presente en nuestra débil humanidad y abre la puerta a la esperanza segura y la incomprensible paz.


Navidad es la reconciliación de lo humanamente irreconciliable, por eso agradezcamos a Dios por su perfecta intervención. Cuando no había más nada que hacer, ahí sucedió la Navidad.


¡Uf! Que buena salvada, justo cuando fue el tiempo, llegó la navidad. 


Y hablando de salvadas, esto me recuerda a nuestros amigos, sabios del viejo oriente, y digo amigos porque se nos han hecho tan familiares que no podemos hablar de la historia de navidad sin recordarlos. 


Hay algo notable en su historia, ellos no llegaron ahí por casualidad, ellos viajaron, se esforzaron, se movilizaron, ellos estaban expectantes a lo que haría el Dios de la eternidad y cuando llegó la señal se echaron a andar.


Ahora, en su trayecto tuvieron un desvío y le preguntaron lo que no debían a quien no debían, se encontraron con el Herodes y el muy manipulador por medio de mentiras y falacias, casi logra usarlos para hacer un terrible mal. 


Este hombre perverso, al enterarse de que estos hombres eran una especie de GPS celestial, se propuso dar con el niño, pero no contaba con algo, Dios no permitiría que esto sucediera. Así que estos hombres, a pesar de haberse encontrado con el mal en su camino, no fueron retenidos ni alcanzados por ese mal, ellos reencontraron su camino, se enrumbaron al perfecto destino. 


Navidad nos recuerda que los perdidos fuimos hallados, que los que corremos peligro podemos ser rescatados y que los se confunden de algo en el camino pueden ser nuevamente orientados. 


¿Cuál era la probabilidad de que estos hombres lograran burlar a este rey demente y fueran guiados por una estrella hasta el lugar más bello de la humanidad?


Realmente la probabilidad era nula, pero una vez más, que algo sea humanamente improbable, no hace que sea imposible. No para Dios. 


Así que ellos llegaron, sanos, salvos y solos, sin que el asesino se le ocurriera mandarlos a seguir. Y se encontraron con lo que antes era un establo, pero ahora era el refugio de un trono que estaba adornado por el bebé Rey y cuyo ambiente era el mejor porque sonaba como música de fondo el llanto del Salvador.


Luego de eso fueron advertidos por el mismo Dios de no volver con Herodes y siguieron su camino de regreso a sus lejanas tierras. 


Mientras que muchos solo están pensando en todos los problemas que tienen por resolver, siempre preocupados, siempre sintiéndose amenazados, indefensos y perdidos, con sus corazones dominados por la ansiedad e invadidos por pensamientos que auguran lo malo, mientras eso sucede, hay una invitación en puertas, una incitación a marchar hacia el Salvador. 


Dicha invitación, viene con un recordatorio de que puedes sentirte seguro y tener paz. Recuerda, si ellos lograron escapar de aquel desquiciado, encontrar un mejor camino para llegar a pesebre, entregar sus presentes y regresar tranquilos a casa, no dudo que el mismo Dios que les guió, pueda prender una estrella en tu corazón para guiarte al exacto lugar donde te quiere llevar. 


Debemos calmarnos en nuestras angustias, detenernos a contemplar el milagro más grande que jamás haya sucedido. Cristo vino a la humanidad por amor a nosotros y se aseguró de guiarnos hacia Él. 


En aquella ocasión fue una brillante estrella, hoy… solo debes abrir tu corazón e invitarlo ahí. 


La improbabilidad, puesta en manos de Dios se convierte en una posibilidad. 


¡Feliz navidad!